Marilyn Monroe, un Recorrido por su Vida a través de sus Casas
Tras el estreno de Blonde, la película biográfica de Marilyn Monroe protagonizada por la cubana Ana de Armas – y disponible en Netflix, hemos querido homenajear a la actriz estadounidense haciendo un recorrido a través de las casas que han formado parte de su vida.
Se dice que vivió en más de 40 lugares a lo largo de su vida, y a continuación se detallan algunas de las propiedades notables – áticos de lujo, mansiones de Hollywood y fincas de Connecticut – en las que la sirena de la pantalla pasó momentos fundamentales.
Entre los cientos de frases icónicas que Marilyn Monroe nos regaló, hay tres que queremos destacar especialmente: “Yo no quiero ser millonaria, quiero ser maravillosa”, “Dale a una mujer los zapatos adecuados y conquistará el mundo” y, la última, que se la dijo a su amigo Truman Capote en Nueva York: “Jamás he tenido un verdadero hogar (…). Me gustaría poseer una casa en la Tercera Avenida y llenarla de cosas locas. Compraría relojes de pared y los tendría todos marcando la misma hora. Sería muy hogareño, ¿no crees?”.
MARILYN MONROE, UN RECORRIDO POR SU VIDA A TRAVES DE SUS CASAS
Infancia Caótica
El concepto de “infancia desestructurada” se queda corta para describir la de Marilyn. Nació bajo el nombre de Norma Jeane Mortenson en 1926 en Los Ángeles y su madre, Gladys Baker, se la dejó siendo un bebé al cuidado de unos austeros y religiosos amigos que vivían a las afueras de Los Ángeles, en Hawthorne. Se llamaban Albert e Ida Bolender, y hasta los 7 años le proporcionaron un hogar mínimamente estable. Pero, de repente, por ese momento reapareció Gladys y, junto con la niña que apenas conocía, comenzaron el peregrinaje.
Marilyn Monroe, una Nómada Constante
Monroe vivió en casas por toda California, a veces con su madre (que por temporadas debía ser internada por problemas psiquiátricos), a veces con la mejor amiga de esta, la bohemia Grace McKee, que le contagió la obsesión por el show business, también en orfanatos, en familias de acogida, de nuevo con Gladys, de nuevo con Grace y su marido. Se sabe a ciencia cierta que residió en el 6012 de Afton Place en Hollywood, cerca de los estudios de cine en los que la madre de Marilyn trabajaba como montadora y también en los Rayfield Apartments. “Nunca conocí a mi madre íntimamente, pero siempre intenté ayudarla a nivel económico cuando pude. No hemos tenido una relación madre-hija normal, igual que nunca he sabido lo que es un hogar permanente”, dijo la actriz en una ocasión.
Las Elecciones de Juventud
En 1942, ante la amenaza de volver al orfanato, decidió casarse con James Dougherty, un guapo vecino de 21 años, pronunciando la frase de arriba y añadiendo: “No hay mucho que contar, fue como un sueño que nunca sucedió”. Se dieron el ‘sí, quiero’ en el 432 South Bentley Avenue del West Los Angeles, idea de Grace McKee, que también la convenció de que ella podía ser la nueva Jean Harlow. El matrimonio se trasladó a un bungaló de una sola habitación en Sherman Oaks, en la misma ciudad, pero enseguida él se tuvo que ir a Asia a luchar en la Segunda Guerra Mundial. “Estoy sola, siempre estoy sola, no importa lo que pase”. Se mudó con su suegra al norte de Hollywood y trabajando en una fábrica, la Radioplane Company en Burbank, una foto le cambió la vida.
El que la disparó, un fotógrafo profesional del ejército, le animó a convertirse en modelo. Así lo hizo durante 1945 hasta que, inevitablemente, llegó el cine, la Fox, su primer divorcio, sus primeros papeles secundarios en películas tan maravillosas como Eva al Desnudo o La Jungla de Asfalto y otras tantas mudanzas y apartamentos, entre ellos uno en el Beverly Carlton Hotel en Olympic Boulevard.
La Experiencia Matrimonial para Marilyn Monroe
Entre 1951 y 1952 la actriz vivía en el 882 North Doheny Drive, esquina con Cynthia Street, en Hollywood. Tenía varias películas a punto de ser estrenadas, había recibido muy buenas críticas y empezó un romance nada menos que con Joe DiMaggio, uno de los más famosos jugadores de béisbol del momento, algo que duplicó su popularidad. Y allí, en su modesto pisito californiano, intentó, por segunda vez, ser un poco más hogareña.
“A mí me valía cualquier lugar, pero quise hacerlo más entrañable para Joe”. Así que enmarcó su reproducción de arte, que le fascinaba, en lugar de pegarlas con celo, aprendió a cocinar pasta y compró algunos muebles.
Pasaron su luna de miel en una mansión en Hollywood Hills, que se vendió hace pocos años por 2,7 millones de dólares, y se mudaron a una casa Tudor en el 508 North Palm Drive de Beverly Hills, que duró tan poco como el matrimonio. La fulgurante carrera de Marilyn era demasiado para el ego de DiMaggio.
Explorando Nuevos Patrones
Harta de no ser tomada en serio y decidida a convertirse en una buena actriz más allá de los roles sexistas de la época, Monroe se mudó a Nueva York y se apuntó a las clases de Actors Studio. Vivía en un precioso ático en el piso 27 de las Waldorf Tower, que decoró casi completamente de blanco porque pensaba que ese era el color favorito de Jean Harlow, su musa.
Fue en esa época en la que grabó uno de sus grandes papeles, el de Bus Stop, y también fue en este apartamento inmaculado donde conoció en 1956 al gran Arthur Miller, su tercer y último marido, con el que compartía una de sus grandes pasiones: leer.
La Vida en el Campo de Marilyn Monroe
Fue lo que le dijo a Miller cuando se casaron, poco tiempo después, que quería irse a vivir al campo y lo consiguió en Inglaterra mientras rodaba El Príncipe y la corista. Allí se mudaron a la Tibbs Farm en Windsor Great Park, que era la casa de Patrick Cotes-Preedy y Eileen Idare.
Rodeada por un bosque, era el sueño de la actriz hasta que sufrió su primer aborto. Eso la desestabilizó y fue el inicio de una etapa en la que poco a poco se fue haciendo cada vez más adicta a los somníferos, los ansiolíticos y el alcohol, con la inestimable ayuda de su inquietante psiquiatra, el doctor Greenson. “La imperfección es belleza, la locura es genio y es mejor ser absolutamente ridículo que absolutamente aburrido”, otra de sus frases para la historia.
En Picada
De vuelta a Nueva York, ella y Arthur alquilaron un piso en la 444 East Fifty-Seventh Street y Marilyn pudo jugar a ser interiorista con la ayuda del decorador John Moore. La actriz llenó las paredes de espejos y pintó la mayoría de blanco, igual que los techos, el sofá, las sillas tubulares o las mesas, aunque nunca se quedó satisfecha y lo cambiaba todo constantemente. Además, se compró con Miller por primera vez una propiedad compartida, una casa en Connecticut, en el campo.
Por desgracia, nuevos abortos y el fracaso de su matrimonio y de su empresa deterioraron todavía más su salud física y mental. El rodaje de Con faldas y a lo loco fue un infierno para su director, Billy Wilder, que confesó: “Había días en los que la hubiera estrangulado, pero luego había otros maravillosos en los que todos sabíamos que Marilyn era brillante”.
Marilyn Monroe, Dueña de su Propia Casa
Esta espiral autodestructiva continuó en California, donde volvió y donde vivió fundamentalmente en hoteles, hasta que encontró una mansión de estilo colonial español en Brentwood, en el oeste de Los Ángeles. Se enamoró de ella. Ubicada en el 12305 Fifth Helena Drive en un cul-de-sac, la preciosa casa de una sola planta con muros blancos y madera, sencilla y a la vez acogedora, la ayudó a recomponerse una vez más.
A principios de 1962 se fue a México a comprar muebles locales en Cuernavaca, Toluca o Taxco y se emocionó con los azulejos de colores del país con los que planeaba revestir los baños y la cocina. Por desgracia fue allí donde murió en agosto de ese mismo año, en circunstancias nunca del todo aclaradas. La autopsia, eso sí, le encontró barbitúricos en el estómago como para matar a un caballo, aunque ya todos sabemos que la sombra de los hermanos Kennedy (amantes suyos, dos de ellos) esta presente. “Soy buena, pero no un ángel. Cometo pecados, pero no soy el demonio. Simplemente, soy una pequeña chica en un mundo grande tratando de encontrar a alguien a quien amar”.
Cuando el cada vez más frágil matrimonio de Monroe con Miller terminó después de cinco años, compró su primera casa, que describió como “una bonita casita de estilo mexicano con ocho habitaciones”. La casa de estilo colonial español de 1929, con techo de tejas rojas y situada en una calle sin salida, tenía paredes de estuco blanco, dos dormitorios (ahora tiene cuatro), paredes de adobe y techos con vigas de madera. El dormitorio de Monroe tenía una chimenea de azulejos -al igual que el salón- con puertas que daban a un patio. Vivió en este lugar, al que llamaba su fortaleza, durante apenas seis meses antes de su trágica muerte en la casa.